España se encuentra en una región especialmente vulnerable al cambio climático, ya que, por su localización, se encuentra entre Europa y África. Estas regiones serán las primeras en verse gravemente afectadas por fenómenos como la desertificación, la pérdida de cubierta vegetal y la degradación del suelo fértil apto para producir alimentos.
Los avisos rojos por altas temperaturas se han extendido a la gran mayoría de las comunidades autónomas españolas durante el verano, llegando a superar los 40ºC en muchas de las provincias de la Península Ibérica.
La intensidad de esta ola de calor, y también los incendios, están alimentados por el cambio climático. Ahora, cabe preguntarse si tenemos que asumir que esta situación nos va a acompañar a partir de ahora.
Este verano será, posiblemente, de los más frescos en lo que nos queda de vida. La situación es catastrófica, los expertos llevaban mucho tiempo avisando y por desgracia, nos hemos establecido en los peores escenarios climáticos.
Dichos expertos han instado durante años a los países de todo el mundo la importancia de reducir las emisiones de efecto invernadero, y lejos de reducirlas, las hemos seguido aumentando, tanto en España como en la gran mayoría de los países mundiales.
Por tanto, hemos metido al cambio climático en una dinámica exponencial que explica que los récords de temperatura y de fenómenos climáticos extremos van sucediendo cada año con más frecuencia.
Estas olas de calor han sido uno de los fenómenos meteorológicos más mortíferos. Tradicionalmente, se decía que las personas morían más por frío intenso y, por tanto, la inversión en calefacción es un bien de primera necesidad para toda la humanidad.
Esa diferencia con la de morir de calor empieza a disminuir, porque los inviernos son menos rigurosos en gran parte del planeta y por el contrario estas olas de calor están siendo cada vez más extremas y amenazando más a la propia fisiología humana, que por encima de los 35ºC y 37ºC ya empieza a tener dificultades para regular su temperatura interna, especialmente si nos encontramos en una zona con mucha humedad.
No es tarde para revertir esta situación, pero indudablemente esto nos tiene que hacer reflexionar sobre la grandísima diferencia que hay entre adaptarse y mitigar el cambio climático. El objetivo debe ser centrarse en la mitigación del cambio climático e ir al origen último del problema. Atajándolo no encontraremos los resultados inmediatamente, pero será donde podamos encontrar los resultados definitivos.
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